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• Fecha de creación enero 3, 2018
• Última actualización enero 3, 2018

1 Timoteo

Treinta años de proclamar el evangelio habían dejado huella en Pablo. Su cuerpo llevaba las marcas de un siervo de Jesucristo (Gálatas 6:17). Pero, la intensidad de sus sufrimientos era mínima en comparación con la intensidad de su amor y cuidado por las iglesias; iglesias a las que llevaba grabadas en el corazón.

A pesar de los dos años de arresto domiciliario en Roma, Pablo proseguía hacia la meta, al premio del supremo llamamiento de  Dios en Cristo Jesús (Fil.3:14). Tenía en mente visitar Asia, Macedonia y, de ser posible, España. Pablo llevaba a España en el corazón, desde antes de ser prisionero de Roma.

El apóstol también se mostraba preocupado por la iglesia de Éfeso; iglesia extremadamente importante, cuyo pastor era Timoteo el fiel colaborador de Pablo. Previniendo un posible retraso en sus planes, y pensando en que Timoteo podría estar necesitando instrucciones (que sirvieran como un recordatorio) para la organización de la iglesia, Pablo le escribió una carta a su amado hijo en la fe. Y a través de los siglos, esta carta se convertiría en un inapreciable legado para la iglesia; en una columna y apoyo de la verdad. La escritura de dicha carta se realizó alrededor del año 62 d.C.