Filipenses
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- Fecha de creación enero 3, 2018
- Última actualización enero 3, 2018
Filipenses
Cuando el Espíritu de Dios le impidió que viajara a Asia y Bitinia, Pablo tuvo una visión en la que un Macedonio le pedía que pasara a la región de Macedonia y los ayudara.
Persuadido de que era Dios quien lo dirigía, Pablo zarpó de Troas en su segundo viaje misionero junto con Timoteo y Lucas. Filipos, en Macedonia, disfrutaba del hecho de ser una colonia Romana, la cual garantizaba a sus ciudadanos todos los beneficios de la ciudadanía Romana.
Tal como era su costumbre cuando llegaba a una ciudad, Pablo se puso en contacto con los Judíos de la ciudad. Y aunque en Filipos no había suficientes Judíos como para formar una sinagoga, los que vivían allí se reunían todos los días de reposo para orar fuera de la puerta, a la orilla de un río. Pablo jamás se imaginó que terminaría en la cárcel, pero Dios sabía que en aquella ciudad había un carcelero Romano que, junto con su familia, necesitaban conocer a Cristo.
Lo que sucedió durante esta visita marcó el inicio de la iglesia de Filipos; iglesia a la que Pablo se dirigió alrededor del año 61 o 62 d.C.