Josué 22

“David Echeverry, Iglesia Centro Agape”.

Boletín Dominical

Después de haber vencido a sus enemigos y ocupado toda la tierra de Canaán, pareciera que las doce tribus hubieran alcanzado una era de paz duradera. Sin embargo, un nuevo conflicto se avecinaba sobre ellos. Esta vez no era contra los amorreos, heteos o contra los hijos de Anac. Era contra sus propios hermanos, las tribus de Rubén, Gad y Manasés. Aunque estas tribus tenían su herencia al otro lado del Jordán, ayudaron a sus hermanos a conquistar la tierra de Canaán. Ellos habían dejado sus familias por siete años y y ahora que la guerra había terminado, aquellas tribus regresarían a sus hogares.

El conflicto mencionado se generó porque estas tribus construyeron su propio altar a Jehová en la frontera con el Jordán. Este hecho no era de menor importancia, considerando que el lugar de adoración (el tabernáculo) estaría ubicado en Silo, en medio de la tierra prometida. Por lo tanto, esta actitud fue interpretada como un acto de rebeldía por parte de las otras tribus.

¿Por qué estas tribus no quisieron tener su posesión en Canaán como Dios lo había ordenado? ¿Por qué no quisieron disfrutar de su herencia en aquella tierra maravillosa, donde fluía leche y miel? ¿Por qué quisieron vivir lejos de la comunión con Dios y con sus hermanos, e irse a vivir en la fontera con naciones impias? Sencillamente, porque consideraron que eran más valiosas sus posesiones de ganado que lo que Dios podía darles (Nm 32:1).

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Comunicador audiovisual y multimedial de Centro Ágape, área de comunicaciones, producción y medios.

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